viernes, junio 16, 2006

Ese pañuelo

(Amigos, les dejo aquí este relato que me gustó muchísimo y cuyo/a autor/a desea permanecer como anónimo/a)



Ennis se sentía poderoso allá arriba.

Las ovejas pastaban a sus pies, tranquilas, desparramadas por el pastizal. La niebla poco a poco, se iba levantando y dejaba el rebaño a la vista, fundido con el verde. Sí. Disfrutaba de esos amaneceres.

Mientras recogía la canadiense, pensó que últimamente le gustaba todo, incluso el dormir al raso, entre aquella extraña bruma.

Buscó el paquete de cigarrillos. Estaba húmedo. Tenía las manos frías. Esa maldita lluvia, que no era lluvia, le mojaba la piel, e impregnaba su ropa. Los colores eran más vivos, las ovejas se limpiaban, incluso olían bien.

La montaña y su sabiduría.

Encendió el pitillo, y se dispuso a montar. Tenía hambre. ¿Qué le habría preparado Jack para desayunar?. Jack. Le asustaba lo presente que estaba en sus pensamientos. Se tranquilizaba pensando que era normal, al fin y al cabo, era la única persona a la que veía desde hace casi un mes...

Al guardar el mechero, notó algo. Un pañuelo oscuro estaba a punto de caerse al suelo. Lo desdobló con cuidado. Jack se lo había tendido para limpiarle la herida de la sien, el día que se encontró aquel oso.

Recordaba haberlo lavado en el río, y guardarlo. Jack no se lo pidió de nuevo. "Bueno no importa, se lo daré ahora, cuando llegue", pensó. Echó un último vistazo al rebaño, y emprendió el camino al campamento. Todo se agolpaba en su cabeza. Sonrió al acordarse de aquel día.

El caballo se encabritó al ver a la bestia, él se llevó un buen golpe, pero lo peor fue perder toda la comida. Aquella noche maldijo al oso, a Aguirre, al vasco de las provisiones, a los putos mulos por espantarse...Al menos consiguió llegar junto a Jack. Quiso curarle la herida, al ver que sangraba. Sus dedos se rozaron, sólo un instante, pero Ennis sintió un cosquilleo...No le dio importancia.


El señorito no quería comer judías así que habría que hacer algo. A la mañana siguiente, y aún con dolor de cabeza abatía un alce. ¿Por qué demonios le siguió en aquella locura? La alegría de Jack en ese momento no tenía precio. Eran cómplices, ahora tenían un secreto que habría que ocultar a los dichosos forestales, ¡y carne para un regimiento!. ¿Con qué le sorprendería hoy?, ¿patatas?, ¿alce?, ¿más judías?. Mmm...

Quedaba menos de un kilómetro para llegar al campamento. Sintió como el corazón se le aceleraba. Respiró hondo. Estaba nervioso. Palpó el bolso del pantalón, y se llevó esa tela a la cara. Aspiró su olor. Ennis volvió a sentir ese hormigueo. "¡Sólo es un puto pañuelo!, ¡joder!...".

Lo guardó otra vez. ¿A quien pretendía engañar?, no se lo había devuelto, porque no quería. "Que me lo pida, ¿por qué no lo hace?".

Ya veía la tienda y la hoguera, y a Jack cortando leña. Se ajustó el sombrero, estaba mojado, pero no había llovido.

Sí, la montaña era sabia, pero Ennis ya no tenía sosiego...


10 comentarios:

Alas dijo...

Me encanta esto, los días, las horas, o minutos previos a que suceda lo inevitable, la inquietud, el cosquilleo, ese constante pensar en el otro, la ansiedad...y encima esa lluvia que no es lluvia...ay, Jack Twist...Jack Twist...¡cómo tienes a Ennis!...

un-angel dijo...

Es precioso, y más después de haber revisionado la película anoche en dvd... puf, que mal ando... gracias al escritor anónimo y a ti por hacérnoslo llegar...

Mar del Norte dijo...

Precioso, precioso, precioso...
Gracias por este regalo...

Ana desde el Sur del Mundo dijo...

Las prendas del amor... un pañuelo, una camisa, un recuerdo... ¿se lo habrá devuelto alguna vez?

En el anonimato... qué bien escribe!!!

Un beso.

Anónimo dijo...

Gracias por esa preciosidad.
Yo me quedaría con ese pañuelo hasta el fin de los días. Por fin Ennis conserva un objeto de Jack, algo que haga que su tacto llegue a cotas inimaginables.
La piel de Jack y sus cuidados a la vuelta del trabajo, buen territorio en el que conjugar el verbo Amar.
Me quedo, me quedo.

Max dijo...

Que gusto ver que esta historia no tiene límites, ni espacio, ni tiempo.
Si con un pañuelo se puede hacer algo como esto... creo que nos quedan muchas alegrías que compartir...
Gracias.

Dalia dijo...

Estos son mis relatos favoritos, los que están llenos de pequeñas cosas cotidianas, simples pero hermosas.
Siempre he creído que debio de ser algo así para Ennis, se lleno de la presencia de Jack inadvertidadmente, le extrañaba, disfrutaba de su compañía, de su alegria de su forma de ser despreocupada, tan distinto a él.
La isla se convertió en una península gracias a una sonrisa de vaquero travieso.

Dalia dijo...

Muchas gracias al autor anónimo, ojalá se anime a seguir compartiendo con nosotros sus relatos.

Anónimo dijo...

Gracias por leerlo,por dejar vuestro comentario,lo veo y aun me cuesta creerlo.Me alegro de que os haya gustado.

Alas,gracias por tu generosidad,tu complicidad y tu amistad.Me has hecho un regalo precioso, colgando este relato en tu casa,pero más bello es sentarse en este rincón y soñar con tus escritos.

Gracias de corazón.A todos.

El César del Coctel dijo...

Ahhhhhhhhh, mi corazon se ensancha... ese anónimo/a está a tu altura Alas.... Y es que Ennis también se enamoró perdidamente, no era para menos.

Y aunque estoy leyendo tu blog con dos años de tardanza...jejeje..... dale mis gracias saludos especiales a quien nos regaló este bello relato.

Abrazos de Montaña para tí y para "anónim@"